6 de septiembre de 2019

Los retos de la economía del comportamiento

Existe un debate al interior de los economistas sobre la efectividad de la economía del comportamiento en el diseño de las políticas públicas ¿servirán para manipular a los individuos?

La economía del comportamiento, hoy por hoy, se ha consolidado como una de las temáticas más relevantes a la hora de hablar de las conductas del individuo. No obstante, dentro de las escuelas de economía más conservadoras existe escepticismo para aceptar esta “nueva área” como una rama de la economía.                                              

 

El debate gira en torno a las herramientas cuantitativas que usa la economía del comportamiento, o más bien a la ausencia de ellas. Los más ortodoxos ven allí una manera de criticar las bases de la economía, al ser una rama en auge, más no una estructura teórica fuerte que permita incorporar en el mainstream economics, o núcleo de la economía, algunos de sus nuevos postulados.   

Thaler, consiente de estas críticas, decidió escribir un libro casi autobiográfico, con el que buscar justificar la necesidad de incorporar la economía psicológica en análisis económico.

El autor critica la esencia del mainstream economics, pues según éste los economistas han caído históricamente en el error de monetizar el comportamiento del individuo. Esto, justificando su actuar por motivaciones que se derivan del análisis simplista de la oferta y la demanda, lo que deja de lado la heterogeneidad natural de los individuos a la hora de tomar una decisión.

Thaler, quien en el comienzo de su vida académica basaba sus trabajos en las premisas de la ortodoxia económica, encontró que las conclusiones a las que llegaba la teórica neoclásica no encajaban con la realidad. Para él había algo más que llevaba al individuo a incumplir la lógica de mercado y así mismo a romper los postulados, lemas y axiomas que promulgan las escuelas de pensamiento más conservadoras.

Fue gracias a ese inconformismo con lo neoclásico que éste comenzó a darle importancia a los outliers de comportamiento “racional”, es decir aquellos individuos cuyo comportamiento no se rige bajo los supuestos de la economía ortodoxa. Con esto logró probar que la lógica bajo la cual se toman decisiones cambia, no por las reglas de mercado, sino por el contexto bajo el cual éstas son hechas.

Como consecuencia de esta premisa logró concebir que el supuesto de aleatoriedad del error, uno de los supuestos más fuertes en algunos modelos teóricos, no era cierto; pues por medio de algunos experimentos observó que los errores pueden ser predecibles o inducidos cambiando la forma en cómo se hacen preguntas de elección.

Gracias a esta noción, Thaler plantea que el rol de los economistas del comportamiento va más allá de una crítica a los postulados de la economía neoclásica, para él quienes siguen esta tendencia, deben discutir cuál es el alcance de esta herramienta en el diseño de instituciones.

Pero su uso no debería limitarse solo al análisis del individuo, sino que tendría que abarcar herramientas para la gestión de las políticas públicas basadas en el comportamiento, de manera que éstas se anticipen a los posibles cuellos de botella y demás situaciones que puedan hacerlas inefectivas.

No obstante, el rol de los economistas del comportamiento en política pública plantea un debate ético, pues ¿serían las políticas que estos diseñen una herramienta para que se manipule a las personas?

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